lunes, 6 de junio de 2011

la hoguera barbara



UNIVERSIDAD REGIONAL AUTÓNOMA DE  LOS ANDES
“UNIANDES”

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA

DERECHO PROCESAL PENAL


PROFESOR: Ab. SEBASTIÁN VALDIVIESO GONZÁLEZ

ALUMNA: ESTEFANÍA RECALDE MACHADO



LA HOGUERA BÁRBARA
VIDA DE ELOY ALFARO

“En el Ecuador, los frailes son los dueños absolutos de
la sociedad, y en manos de ellos está la vida o la muerte
del pueblo ecuatoriano”

Federico González Suárez


LA HOGUERA BÁRBARA
ALFREDO PAREJA DIEZCANSECO

INTRODUCCIÓN:
La vida del viejo luchador de Montecristi ha sido recogida  por Alfredo Pareja Diezcanseco, en las páginas de la trascendental obra “La Hoguera Bárbara”, en la que se cuenta los antecedentes de Alfaro recogidos desde su niñez hasta su deplorable muerte.  
El 28 de enero de 1912. En esta fecha Alfaro y sus lugartenientes fueron asesinados. Alfaro capta el poder el 5 de junio de 1895 y gobierna los períodos: de 1895 a 1901 y de 1906 a 1911, con interregnos como el de Leonidas Plaza Gutiérrez, Leonidas García y Emilio Estrada. A la muerte de Emilio Estrada se desata una cruenta guerra civil. Se suceden los combates de Huigra, Naranjito y Yaguachi. Se irrespeta la capitulación de Durán. Es aprehendido Alfaro y sus lugartenientes. En el mismo tren que construyera el Viejo Luchador es conducido a la Capital y son internados en el Penal García Moreno.
El 28 de Enero de 1912 las celdas del penal García Moreno son asaltadas por la guardia del Panóptico; seis cuerpos exánimes, desnudos y sangrantes fueron arrastrados por el tosco empedrado del sombrío Panóptico. Luego amarrados con sogas y arrojados a la calle para el “arrastre”. Presidían esta procesión macabra matarifes, prostitutas, viudas de soldados, frailes, cocheros y muchachos. Los autores intelectuales: fanáticos clericales y liberales tránsfugas. Trágico epílogo que duró parte de la tarde, pasó por el Palacio de Gobierno hasta el Ejido. Allí los mutilados y sangrantes cuerpos fueron incinerados.
DESARROLLO:
Lo que prendió definitivamente en la tierra a don Manuel Alfaro fue su amor por una hermosa quinceañera manabita, llamada Natividad Delgado.
Algunos años más tarde, don Manuel y doña Natividad hicieron dar el bautizo al quinto de sus hijos, Eloy, nacido un 25 de junio de 1842.
Eloy crecía sustentando su cuerpo con el aire limpio que venía desde el mar y con los juegos y carreras por el campo libre, cerca de la casa que su padre comprara para el hogar.
Se enamoró en silencio. Era una mujer de la tierra: distante y morena, boca burlona, pero sutil. No se quedó con el tesoro recibido: un hijo le nació, ante las pupilas enormes y las manos temblorosas. Después, don Manuel lo llevó al Perú a comerciar.
Leía libros que le llenaban el corazón y la cabeza de altos sentimientos. Eloy Alfaro ansiaba en aquella época ser masón, pero en Montecristi no había ninguna Logia y apenas si tenía vagas noticias de que en Guayaquil funcionaba, desde 1857, la Logia Simbólica Filantrópica del Guayas. Para su exaltación juvenil, ser masón, liberal y patriota no era más que una sola y bella actitud, que le dejaba sueños adheridos a cada hora de su vida. Una mañana, sin resistir a su demonio interior, dirigiose a visitar a don Manuel Albán jefe de los liberales de la provincia. Sostuvo un diálogo corto, sin palabras sobrantes, al poner a disposición de la revuelta el caudal que su padre le confiara. Poco después enviado por Albán, marchó al Perú a entrevistarse con el general José María Urbina, cuyas instrucciones se esperaban. Retomó con ellas y un día levantó la primera montonera en la montaña. En el instante decisivo, se levantó él primero, veloz como un rayo, la gruesa voz llena en el grito de combate: – ¡Viva el Partido Liberal!
Después, obligó Eloy al gobernador a seguirle, hasta el caserío de Colorado, a presentar al cuartel general de la revolución. Allí, Salazar, astuto, conferenció con Albán, habló mal de García Moreno, insinuó la conveniencia de que se pensara en Antonio Flores, hijo del general Juan José, ahora jefe del Ejército, rehabilitado por García Moreno, y, por fin, obtuvo su libertad, ofreciendo apoyar la revolución.
Presentía el fracaso como los viejos marineros presienten las tormentas y algunos animales se adelantan a la muerte. Un vapor inglés estaba en Manta listo a zarpar. No esperó un día más. Dejó una carta, desbordado el corazón, a su madre, dándole el hijo, Rafael, a su cuidado; tomó pasaje y se embarcó rumbo al Istmo. Al día siguiente de su partida, el gobernador Salazar violó el pacto de El Colorado y empezó a perseguir a los liberales y a sus propios cómplices, los partidarios de Antonio Flores.
García Moreno Integrado ya su carácter con el convencimiento de que al Ecuador sólo se lo podía manejar por su mano, merced a un golpe audaz, regresó al poder en 1869, hizo aprobar una Constitución Política que fue llamada, a voces ocultas, la Carta Negra, y pudo lograr con ella lo que tanto había ansiado: la paz y el orden. García Moreno extremaba sus afanes moralistas hasta en la equívoca línea de vida de las prostitutas, por cuya causa pretendiera firmar convenios de extradición con otros países lejanos, por ejemplo, Alemania. En su delirio moralizador, obligaba el matrimonio entre los amancebados, hacía aplicar a los borrachos tratamientos de baños helados en las madrugadas del Panóptico de Quito, enclavado en alta sierra a dos mil ochocientos metros sobre el nivel del mar, y pretendía tornar bondadoso todo corazón y austera toda costumbre, envanecido de que su poder era tanto así de divino. Empero, frente a tan terrible poder, crecía otro, lento, pero firme, imponderable, pero cierto: el de la digna locura por la libertad que, años más tarde, por manos jóvenes, haría caer a machetazos su cabeza.
Dedicado al comercio, Alfaro amasó en pocos años una considerable fortuna en Panamá. Un viejo anhelo, ese sí estaba cumplido: hermano masón, por fin, no era el rito ni los ideales brumosos los que, principalmente, le entusiasmaban, sino que así prestaba sus fuerzas a las razones liberales que regenerarían la Patria. Pocos años hacía que Montalvo publicara “El Cosmopolita”. Hacia 1869, escribió su primera carta a don Juan, que hallábase desterrado en Ipiales, de la vecina Nueva Granada, y desde entonces la amistad con Montalvo fue para Alfaro la sustancia operante de su buen ánimo. Luego pudo conocerlo personalmente en Panamá, Continuó el viaje a París, auxiliado con dineros de él, que giraba con el nombre de Eloy Alfaro y compañía. Por entonces, don Manuel rindió la vida.
En julio de 1871, apenas un año después del fallecimiento de don Manuel, fletó a su costa la goleta “Evangelina”, cargola de fusiles y municiones y enviola, al cuidado de Ildefonso, con rumbo a Manta. La “Evangelina” fue apresada por el Gobierno.
En 1872 casó con doña Ana Paredes Arosemena. El nacimiento de su primer hijo habido en matrimonio, al que llamó Bolívar. La agresiva polémica de Montalvo dio la tónica al movimiento antigarciano. Alfaro correspondía con los liberales ocultos en Guayaquil o en Quito, en Montecristi o en Esmeraldas, y era tanta su fe que negábase a que dieran bautizo a su nueva hija, Colombia, porque quería que se lo dieran en la Patria. Cierto día le llegó la noticia: el 6 de agosto 1875, García Moreno había sido asesinado en la lonja del Palacio de Gobierno de Quito. Las cosas no cambiaron de inmediato: el general Salazar, desde le Ministerio de la Guerra, destruía los empeños liberales.
En 1875, tras el asesinato de García Moreno, Alfaro volvió al Ecuador y combatió al gobierno de Antonio Borrero. Apoyó el golpe de Estado de Veintemilla en contra de Borrero, el 8 de septiembre de 1876, tras el cual fue nombrado coronel. Pero meses después se declaró contrario a Veintemilla, que no cumplió el programa liberal prometido. A inicios de 1883, Alfaro fue proclamado jefe supremo de Manabí y Esmeraldas y organizó un ejército que derrotó al dictador, cuyo último reducto, Guayaquil, cayó el 9 de julio de 1883.
Tras el triunfo "restaurador", como se llamó al movimiento coligado en contra de Veintemilla, una Asamblea Constituyente eligió como presidente a José María Plácido Caamaño, frente a Alfaro, sostenido por los liberales. En 1884, cuando Caamaño se instaló en el poder, Alfaro encabezó una nueva revuelta que suspendió tras casi cuatro años de lucha, dedicándose entonces a los contactos internacionales. Sus adversarios se referían a él con el sobrenombre burlesco de "general de las derrotas", debido a sus fracasos militares.
Pero las cosas cambiaron al estallar el escándalo de "la venta de la bandera", el 3 de enero de 1895. En junio de ese año se desató la Revolución Liberal en Guayaquil: el presidente Luis Cordero debió renunciar, y Alfaro, que estaba en Panamá, fue proclamado jefe supremo. Más tarde, el 12 de enero de 1897, una Asamblea Constituyente, tras expedir la undécima Constitución, se pronunció por el liberalismo y eligió como presidente a Alfaro. Durante su primer gobierno, que concluyó en 1901, Alfaro se dedicó a consolidar el triunfo liberal, a establecer la separación entre la Iglesia y el Estado y a impulsar la construcción del ferrocarril entre Quito y Guayaquil.
Más notable fue el segundo gobierno alfarista, vigente entre enero de 1906 y agosto de 1911. En este período se promulgó la Constitución de 1906, "la carta magna del liberalismo ecuatoriano"; se continuó la construcción del ferrocarril transandino, que arribó a Quito el 25 de junio de 1908; se consolidó la secularización en la enseñanza pública, y se realizaron también obras de infraestructura y comunicación.
Para entonces, el placismo se había aliado con Estrada en contra de Alfaro, que fue depuesto por el pueblo y el ejército y debió abandonar el país.
Entonces asumió el poder Carlos Freile Zaldumbide, quien entregó la presidencia al electo Emilio Estrada, en diciembre de ese año. Pero Estrada falleció y Freile Zaldumbide asumió la presidencia. Alfaro y otros dirigentes radicales regresaron al país pensando influir en la designación de un nuevo mandatario, pero Freile Zaldumbide los apresó en Guayaquil.
El domingo 28 de enero de 1912, Quito se convirtió en escenario del crimen que una turba fanática consumó contra el general Eloy Alfaro Delgado, líder del liberalismo ecuatoriano, su hermano Medardo, su sobrino Flavio, el periodista Luciano Coral y los militares Manuel Serrano Renda y Ulpiano Páez.
Desde el derrocamiento de Alfaro en agosto de 1911, la división del liberalismo agudizó y esa situación la aprovecharon terceros para captar posiciones. Por la muerte del presidente Emilio Estrada en diciembre de 1911, a pocos meses de ejercer su mandato, asumió como encargado del poder Carlos Freile Zaldumbide.
Este último tuvo el respaldo de los generales Leonidas Plaza y Julio Andrade, pero no de Pedro J. Montero, quien pidió el regreso de Eloy Alfaro, que en efecto arribó el 4 de enero. En Huigra, Naranjito y Yaguachi, los leales a Eloy Alfaro llevaron la peor parte. La guerra civil cesó por la suscripción del Tratado de Durán (22 de enero de 1912), que daba garantías a los dirigentes rebeldes hecho prisioneros, aunque resultaron falsas.
 Pedro J. Montero murió asesinado el 25 de enero en Guayaquil por el ataque de un soldado y de la turba que lo mutiló, arrastró y le prendió fuego en la plaza de San Francisco. El grupo que encabezaba Eloy Alfaro salió  por tren a Quito en la madrugada del 26. Cerca del mediodía del domingo 28, la máquina entró en la ciudad.
Los prisioneros fueron llevados al Panóptico, en medio de actitudes sospechosas del populacho. Sin dar tiempo a algún leal auxilio, la displicente masa de hombres y mujeres asaltó los calabozos, gracias al comportamiento cómplice de autoridades y guardias de turno.
El grupo inició la masacre y asesinó, ofendió cadáveres, los arrastró y solo culminó su orgía de sangre cuando en la pira del parque El Ejido ardió el cuerpo del líder manabita.

CRITERIO PERSONAL  
Esta obra me ha enseñado que Eloy Alfaro es una de las más fuertes personalidades que han guiado al pueblo ecuatoriano. Considerado, por unos, paladín de las libertades e instaurador de la democracia en su país, es, para otros, la encarnación del anticlericalismo y del despotismo político. Su militarismo, prepotencia y carácter dictatorial lo llevaron a conculcar los derechos de sus adversarios en nombre de la ideología radical de su partido, y le ganó la airada protesta de los intelectuales del país y el rechazo, y el odio incluso, de muchos de sus copartidarios. Para el partido liberal ecuatoriano -e incluso de otros países-, Alfaro ha pasado a la historia como el arquetipo y mártir de las ideas libertarias.

seba242001@yahoo.com